jueves, 18 de febrero de 2016

El héroe de "La Pepa"...

La de Diego de Alvear es una historia de película. Un culebrón histórico de los buenos. El personaje ha sido protagonista de los titulares de prensa por el hundimiento de la Mercedes (aquella fragata cuyo tesoro fue expoliado por el Odissey), pero es algo mucho más importante: héroe de la guerra de la Independencia y de la Constitución de Cádiz de 1812 que celebró su bicentenario. Venía de América a comienzos del siglo XIX en un convoy de barcos españoles cargados de tesoros.


Eran los prolegómenos de la guerra contra Inglaterra por la alianza con los franceses que culminaría en la batalla de Trafalgar. Los siguientes detalles sonarán más. Barcos ingleses interceptan a los españoles. Uno de los oficiales, Diego de Alvear, que navegaba en la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, sube a un barco inglés a parlamentar, ya que hablaba ocho idiomas, junto con su hijo mayor. Un disparo de los ingleses, no se sabe si intencionado o no, hace diana en la Santa Bárbara de La Mercedes, que estalla y se hunde. Allí mueren la mujer de Diego de Alvear y sus otros siete hijos. Era el 5 de octubre de 1804. Dos meses después, en diciembre de 1804, España declara la guerra a Inglaterra. Muy poco después vendrá el desastre de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. Esa es la historia conocida y repetida hoy, puesta de actualidad porque el tesoro de la Mercedes fue el que encontró el Odissey más de doscientos años después y que ahora España ha conseguido recuperar.

Pero estos días en que se celebran los doscientos años de la primera Constitución española, conocida como La Pepa, es tiempo de recuperar una historia olvidada, pero tremenda. Diego de Alvear es conducido como prisionero a Inglaterra, donde se casa con Louise Ward, una noble de este país. Vuelve a España, es destinado al arsenal de La Carraca, en la Isla de León, la actual ciudad de San Fernando, en 1807. Ahí se ve envuelto en la guerra de la independencia contra los franceses. Participa en unos sucesos increíbles. Los restos de la escuadra francesa, refugiada en la bahía de Cádiz tras la derrota hispano-francesa ante los ingleses en Trafalgar, es un peligro ahora para Cádiz y la Isla de León, que se han convertido en el último reducto de la España libre de franceses y donde se van a reunir las Cortes que más adelante proclamarán la primera Constitución. Diego de Alvear es uno de los principales protagonistas de la batalla de la Poza de Santa Isabel, justo enfrente de La Carraca, el 14 de junio de 1808, la primera derrota de las tropas francesas en esa guerra (antes de la de Bailén, que fue un mes después). Esta desconocida batalla supuso, ni más ni menos, que el apresamiento de la escuadra francesa del almirante Rosily mediante un ataque en el que tuvieron gran protagonismo pequeñas embarcaciones, las fuerzas sutiles, que más tarde volverá a potenciar Diego de Alvear. Además de desactivar el peligro de que bombardearan y rindieran Cádiz y la Isla de León, se hicieron con una importantísima cantidad de munición y cañones que sirvieron para la defensa de uno de los asedios más legendarios de la historia de España.

Conforme avanzan los franceses en la guerra de la independencia, las autoridades se retiran a la Isla de León, donde se convocan también Cortes Generales Extraordinarias. Las tropas de Napoleón, al mando del mariscal Soult llegan a las puertas de esta Real Villa. Era el 10 de julio de 1810. El 28 de septiembre de 1810 fue la primera sesión de las Cortes Generales Extraordinarias reunidas en la actual San Fernando, de la que nacería la primera Constitución Española. Allí, Diego de Alvear consigue frenar a los franceses en las defensas del Puente Suazo, a la entrada de la Isla de León, hasta agosto de 1812, en que termina el asedio. Si lo vieran, impresiona. Diego de Alvear defendió el último palmo de terreno antes de que las tropas se hicieran con las Juntas, la Regencia, las Cortes, todo el poder que quedaba de España (el rey estaba cautivo) tras unas fortificaciones que levantan del suelo la altura de un hombre, abiertas para los disparos de los cañones por sus troneras.

Diego de Alvear impuso su criterio sobre el Duque de Alburquerque, la gran autoridad militar en ese momento para lograr batir a los franceses en su arremetida. Pero su éxito hizo que el propio Duque fuera favorable a que Diego de Alvear fuera nombrado gobernador político-militar de la Isla de León. Como tal, planificó la defensa, reforzó las fortificaciones, bajo su mando estuvieron cuerpos de voluntarios como la guardia salinera. Las salinas, las marismas, los esteros, fueron también los grandes protagonistas también del asedio, porque se convirtieron en un aliado natural de la defensa: los franceses se quedaban literalmente atascados en el fango. Si atacaban por el único camino posible, era más fácil barrerles con el fuego de la artillería.
También estuvo bajo su responsabilidad dar cobijo a los diputados de la Cortes, a la Regencia, organizar el aprovisionamiento de la zona sitiada… y la defensa militar junto con tropas portuguesas e inglesas. Esos ingleses que mataron a su mujer y siete de sus hijos.
En 1812 unas fiebres en la Isla de León aconsejan el traslado de la Cortes a la vecina Cádiz, a sólo diez kilómetros. Diego de Alvear es nombrado igualmente gobernador de esta ciudad, crea nuevos cuerpos como los voluntarios distinguidos de Cádiz. Organiza de nuevo todo en esa ciudad que verá nacer la Constitución, con la libertad de prensa recien estrenada, que será testigo de una explosión de periódicos. Pero, sobre todo, es el que hace frente a “las bombas que tiran los fanfarrones” con las que “se hacen las gaditanas tirabuzones” como quedó para siempre en la copla popular.
Hombre versado, ya se ha dicho que hablaba ocho idiomas (algunos americanos, como el guaraní), tuvo más historia. Uno de sus descendientes es José María Moncasi de Alvear, que ha mantenido una posición llamativa en los últimos años sobre el rescate del tesoro de la Mercedes, ya que eligió no reclamar como descendiente parte alguna del mismo, pero sí que España se lo arrebatara a la empresa del Odissey. Moncasi de Alvear recuerda las historias que escuchó de niño. La aventura de su antepasado en el Amazonas fue casi la que más le impresionó, por encima de La Mercedes y la guerra de la independencia. También escuchó el gran agravio que pervivía en la familia porque el rey Fernando VII le declaró impurificado y le retiró distinciones y agradecimientos a pesar de los servicios prestados, debido a sus simpatías liberales, o cómo luchó con lealtad con los ingleses como aliados, aunque su hijo mayor, Carlos María, también superviviente de La Mercedes, siempre le guardara rencor a ellos… En septiembre, las dos ramas de la familia, que descienden de sus dos matrimonios, se reunió en Cádiz para homenajearle con una placa. Pero ha tenido que ser su familia.
La historia es así. Al final Diego de Alvear será más recordado por La Mercedes, un asunto llamativo por el tesoro que guardaba, pero relativamente menor en la historia de España, en lugar de por su figura como héroe de aquella defensa legendaria. Una historia impresionante para recordar ahora. ¿Por qué no se ha destacado en el Bicentenario? Todos han oído hablar de Daoíz y Velarde. Pocos de Diego de Alvear. Incomprensible.

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